Terapia de Artes Expresivas, un poco de historia

Sobre las Artes Expresivas
La terapia de artes expresivas surge en Boston (Lesley University) durante la década de 1970 con los aportes de Paolo Knill, Shaun McNiff, Norma Canner y Elizabeth McKim. El proyecto consistía en integrar diferentes modalidades artísticas (movimiento, música, artes plásticas, poesía y drama) en el ámbito terapéutico. Sin embargo, al pasar los años, la terapia de artes expresivas superó el entorno del consultorio y se extendió a distintos campos, como la educación y la consultoría organizacional y comunitaria. El poder terapéutico y transformador de las artes fue llevado a diferentes contextos y disciplinas, razón por la cual, actualmente, esta disciplina es conocida también solo como artes expresivas.

Las artes expresivas se han ido extendiendo por diferentes partes del mundo. En 1994, con el liderazgo de Paolo Knill, se creó la European Graduate School, en Suiza, institución que ofrece maestrías y doctorados en artes expresivas. También existe una red internacional que agrupa a institutos de artes expresivas de EEUU, Canadá, Hong Kong, España, Alemania, Irlanda, Suiza, India, Noruega, Turquía, Filipinas, Korea y Perú.

Asimismo, existe una asociación profesional, la International Expressive Arts Therapy Association (IEATA), que agrupa a los profesionales de las artes expresivas en el mundo y promueve el desarrollo de nuestra disciplina a través de la organización de congresos y distintas publicaciones.

“En la experiencia con las artes expresivas, el que hacer central es el arte. La propuesta es favorecer el desarrollo del proceso artístico desde una fundamentación fenomenológica en la que las artes mismas traen múltiples mensajes y posibilidades de cambio”

En la experiencia con las artes expresivas, el quehacer central es el arte. La propuesta es favorecer el desarrollo del proceso artístico desde una fundamentación fenomenológica en la que las artes mismas traen múltiples mensajes y posibilidades de cambio, sin buscar de antemano un significado que reduzca la imagen a una teoría psicológica, es decir, sin ningún tipo de interpretación predeterminada. Los facilitadores de artes expresivas favorecen que sean las artes las que guíen el proceso creativo de los clientes como un tercero (Knill, 2016) [1] que cobra vida propia y que va indicando por dónde ir, hasta arribar a un momento estético especial. Así, la belleza que surge desde el arte cobra un rol fundamental: al manifestarse, propicia la toma de conciencia y transformación de los participantes en relación con sus desafíos. Asimismo, la aproximación de trabajo es intermodal (Knill, 2015)[2], ya que se integran al proceso creativo diferentes modalidades artísticas con la finalidad de ahondar en la experiencia estética. La imaginación humana se expresa mejor desde la intermodalidad de las artes: una pintura nos puede llevar a un movimiento, luego a una dramatización y, finalmente, a la composición de un poema.

Las artes expresivas buscan que las personas se conecten con su capacidad creativa. Stephen K. Levine (1992)[3] señala que el propósito es reactivar en el ser humano su capacidad de hacer poiesis (‘hacer arte’ en griego), y de responder creativamente a los desafíos y dificultades externos e internos. Todos tenemos el potencial de darles forma activamente a las situaciones que afrontamos, y las artes expresivas fortalecen esta posibilidad. McNiff (1992)[4] rescata la tradición chamánica de recurrir a las artes como una forma de recuperar el alma: «Cuando la enfermedad se asocia con la pérdida del alma, las artes emergen espontáneamente como remedios, medicina del alma» (p. 1). O como afirma Hillman (1999)[5]: la idea es hacer alma, es decir, recuperar la pasión, la vitalidad y el sentido de existencia de las personas y comunidades con las que trabajamos.

Además, los principios de las artes expresivas tienen una base posmoderna que intenta superar la división mente-cuerpo que heredamos del pensamiento cartesiano, así como el predominio de la razón sobre los sentidos y la imaginación. Su fundamentación teórica es interdisciplinaria: la antropología, la filosofía, el psicoanálisis, la psicología profunda, entre otras especialidades profesionales, enriquecen la comprensión de nuestro trabajo y nos ayudan a entender las artes como una forma de expresar y celebrar la diversidad en el mundo.

El proceso de trabajo con las artes expresivas se desarrolla dentro de un espacio y un vínculo seguros, propiciados por el facilitador al contactarse con el cliente, grupo o comunidad con los que se encuentra. Ellen Levine (1995)[6] resalta la importancia de generar confianza y apertura para que, a partir de ahí, surja el proceso creativo. Esto se da a través del juego, la escucha y el establecimiento de un espacio transicional adecuado. El gráfico [8] que sigue a continuación presenta el modelo de sustitución y la arquitectura de una sesión desarrollados por Paolo Knill (2018)[8], y permite entender la forma de trabajo de las artes expresivas:

Como vemos, la dificultad o la preocupación que se da en la realidad literal de las personas o comunidades con las que se trabaja son sustituidas por el juego, el arte o el ritual que se da en una realidad alternativa donde prevalece la imaginación. En esta experiencia alternativa de hacer arte, surgen nuevos recursos y posibilidades que, luego, pueden ser llevados a la realidad literal de las personas para solucionar sus preocupaciones o desafíos. El hacer arte permite que los clientes amplíen su rango de juego, se conecten con sus sentidos y descubran recursos que normalmente no utilizan en la cotidianidad, y posibilita la integración de procesos cognitivos y mentales con experiencias sensoriales. Es una vivencia en la que surgen sorpresas y mensajes que indican alternativas de cambio, y que brinda la oportunidad de responder a las dificultades de manera placentera desde el hacer. Se sustituye, así, la preocupación limitante que trae el cliente de su realidad literal por los recursos que se despliegan durante el hacer arte en la realidad alternativa creada tanto por el cliente/artista como por el facilitador/artista.

El cliente es el experto en su dificultad: es quien la está viviendo y quien posee la capacidad de encontrar recursos y significados para hacer frente a sus desafíos. En las artes expresivas, se promueve el descubrimiento de los recursos de las propias personas y comunidades con las que trabajamos ya que son ellas las que mejor conocen cómo resolver sus conflictos para salir adelante. El rol del facilitador es permitir que los clientes puedan conectarse con sus potencialidades a través de la experiencia artística para, así, encontrar respuestas a sus retos. El facilitador es el experto en invitar al cliente a la realidad imaginal, donde ocurre el hacer arte, mediante experiencias artísticas que implican una baja técnica y una alta sensibilidad. Para ello, primero se establece una relación segura con el cliente en una realidad extraordinaria respecto de la cotidiana y se le va acompañando a través de diferentes etapas:

Conversación inicial. Al principio, el facilitador evalúa tanto los recursos como las dificultades o desafíos del cliente para que ambos puedan vislumbrar los objetivos que se van a plantear. Es una etapa donde se atiende la realidad literal de la persona o grupo que solicita ayuda.

Descentramiento. Luego, el facilitador aleja o descentra al cliente de su preocupación y lo invita a una experiencia que puede orientarse al hacer arte —a través de diversos lenguajes artísticos—, a jugar o a crear un ritual, tres posibles modalidades de trabajo que las artes expresivas ofrecen.

La elección del tipo de descentramiento dependerá de la conversación inicial. En esta realidad alternativa, tanto el cliente como el facilitador son guiados por las artes y la experiencia estética. Ambos se descentran por un tiempo de la realidad literal y de la inquietud inicial, y pasan a hacer arte y convertirse en artistas. En este espacio alternativo o imaginal, el criterio de intervención del facilitador es estético y colabora con el surgimiento de una experiencia artística donde se valora tanto el proceso como el producto final, para llegar, por este camino, a un momento bello que conmueva y transforme profundamente a los participantes.

Análisis estético. Después de hacer arte, hay un momento para procesar lo vivido en la realidad alternativa. Para ello, se nombra fenomenológicamente todo lo experimentado en el descentramiento: ¿cómo ha sido el proceso vivido?, ¿qué características tiene lo creado?, ¿qué sorpresas han surgido?, ¿qué dificultades se presentaron y cómo se resolvieron?, ¿qué posible mensaje trae la experiencia vivida y qué título podría tener? Es importante describir las imágenes que surgieron y también el impacto que la experiencia tuvo tanto en el cliente como en el facilitador.

Cosecha. Finalmente, se vuelve al tema o desafío planteado en la conversación inicial. Con ayuda del facilitador, el cliente encuentra respuestas y mensajes a sus dificultades a partir de la experiencia de hacer arte.

Todas estas etapas no se dan necesariamente de manera lineal ni en todas las sesiones. Simplemente, son momentos que guían a los facilitadores a lo largo del proceso y que van adquiriendo sus propias particularidades según el contexto en el que se trabaje, según las características del cliente o del grupo, y según la preocupación o inquietud planteada.

[1] Knill, P. (2016). The notion of the third. Recuperado de https://m.youtube.com/watch?v=IlGX3f2Jgp8.

[2] Knill, P., Barba, H. y Fuchs, M. (2015). Minstrels of soul: intermodal expressive therapy. Toronto, Canadá: EGS Press.

[3] Levine, S. (1992). Poiesis. The language of psychology and the speech of the soul. Londres, Reino Unido: Jessica Kingsley.

[4] McNiff, S. (1992). Art as medicine. Creating a therapy of the imagination. Boston, EEUU: Shambhala.

[5] Hillman, J. (1999). Re-imaginar la psicología. Madrid, España: Siruela.

[6] Levine, E. (1995). Tending the fire. Studies in art, therapy and creativity. Toronto, Canadá: Palmerston Press.

[7] Este gráfico ha sido elaborado por Odette A. Vélez V. a partir de diversas clases y conversaciones con Paolo Knill.

[8] Knill, P. J. (2018). Fundamentos para una teoría de la práctica. En P. J. Knill, S. K. Levine y E. G. Levine, Principios y práctica de la terapia de artes expresivas. Hacia una estética terapéutica (pp. 87-188). Lima, Perú: TAE Perú.